viernes, 2 de septiembre de 2011

La sejuela o el no poder ir a Brooklyn


-El post de mi cumpleaños. No se aceptan exenciones de regalos o felicitaciones. Att. La Gerencia

Mi avanzada edad ya me permite ciertas "chocheras" de uso privativo de los que nos podemos llamar viejos.  No solo tengo el lujo de ser bicentenaria, sino que además aterrice en la cola de un decenio, por lo cual ya entrando en la quinta década de mi existencia me puedo dar el lujo de pararme de un buffet antes que me duela el estomago o largarme de un concierto antes de que se acabe simplemente porque me mamé sin temor a sentir que estoy perdiendo algo de la inversión.
Leyeron bien lo de la quinta década, se dice fácil pero el esfuerzo en realidad lo hicieron mis papas cuando decidieron permanecer jovencitos a pesar de la ancianidad de la hija. Que se hace evidente cada verano cuando llega la hora de mostrar un mercado que rápidamente se aproxima a la fecha de vencimiento. Ya pocas temporadas me quedan de minifaldas y shortcitos, muchas menos de vestidos de baño propensos a fallas de escenografía y ya contadas con el dedo las de ir a conciertos multitudinarios o a amanecidas discotequeras.
Ya había rememorado las escabrosas historias de un festival campestre demasiado adelantado para mis anticuados gustos musicales, pero como buena terca, todavía insistí en ir a ver unas bandas de esas "hipster" que todavía no son tan conocidas en estos lares, ni más ni menos que en Central Park, cuando ese parque lleva más años ahí que el Simón Bolívar, el Jaime Duque, el Suri Salcedo y el Venezuela juntos. Ahora resulta que Manhattan no está de moda y también llegué tarde a los planes de verano de una ciudad que supuestamente estaba siempre in. Hace como seis o siete años que la acción está en la localidad, intendencia, comisaria, caserío u asentamiento de Brooklyn, que llaman. Allá es donde va la muchachada local e internacional para todas sus necesidades de entretenimiento, pero yo obviamente, apenas me enteré la semana pasada y tal cual como la vieja amargada y maniática que soy, me fui en excusas para no arrimarme siquiera al lado del puente para acá (Manhattan), alegando que lo del puente para allá (Brooklyn) queda muy lejos, que no hay metro de regreso después de cierta hora (totalmente falso, según pude confirmar con gente que SI anda en metro, el servicio es de 24 horas para casi todas las líneas desde que algún Bush era presidente), y que tengo que trabajar al día siguiente.
Asi pues concluye esta perorata avejentada con el corolario de que no entiendo el dubstep, no sé como diferenciarlo de otros punchis y muchísimo menos se bailarlo, lo cual es suficiente para desinvitarme de las fiestas domingueras en Brooklyn, con tal de evitarle la pena ajena a mi muy moderna y joven cuñadita, que sabe exactamente cuales canciones van a estar de moda el próximo verano porque ya las tiene en el Ipod y fue a los conciertos gratis de esas bandas cuando solo ella las conocía. 

2 comentarios:

  1. Errda cuadro, otro año mas pero que carajos.
    Esto no se trata de decirte que como los vinos, te vas poniendo mejor. Pero creo que por colegaje en lo que a decadas se refiere, puedo decirte que vale shit que tu cuñadita sepa los estrenos de cosas que jamas vas a bailar. Procura eso si, salir con ella con frecuencia, pidele que te ilustre sobre esos temas que haran de ti una cougar deliciosa, ampliandote las posibilidades de divertimiento futuro!
    Mi bloguera, a media hora de tu cumpleaños, un abrazo!

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  2. Si sumercé dice que ya es una anciana decadente, qué podría decir yo, que mis ojos se han posado sobre 6 décadas distintas?
    El cuerpo resiste tanto como uno lo deje resistir o lo entrene para ello. Con la música y las lecturas somos más abiertos y al mismo tiempo más selectivos. Los años nos invitan a reflexionar y a meditar. Por eso los viejitos nos quedamos dormidos mientras re-flexionamos las rodillas en las sillas.
    Un besote en el cachete por su onomástico (ud decide en cuál cachete lo pone)

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