El paganini

-Para todo el que se le dificulta la metida de la mano al dril.

En mala hora se le ocurrió al violinista italiano que hizo famoso el apellido convertirse en la antonomasia viva de lo que normalmente se conoce como el individuo que personalmente desembolsa los fondos correspondientes a actividades colectivas que no siempre le incluyen como beneficiario. El nunca bien ponderado marrano que llamamos.

No creo que necesite ahondar mucho en el significado de este término, especialmente ahora que parezco ayudante de chofer cargando rollos de billetes de a uno en todos los bolsillos imaginables. Todo por esta innovación que se me ocurrió un día de no gastar más plata de la que realmente tengo y que hace que esta sociedad de transacciones plásticas e imaginarias me catalogue como molestia más que como cliente por parar las filas en las cajas registradoras entregando billetes y moneditas en vez de recurrir al tarjetazo .

No crean que este blog se escribe como reivindicación de la condición ajena de paganini de la cual disfruté como hija durante mucho más tiempo del que mi papi presupuestó y que ahora padezco como remedo de adulta responsable. Tampoco es para sacarle una mala cara a mi cuñis que odia la palabrita mencionada con precisión quirúrgica por mi hermano, en pleno uso de su derecho de definirse como tal. Y mucho menos para arrancarle la carcajada de pterodáctilo a mi hermana de mente que todavía no alcanza a imaginarse el peso de generar un ídem para consumo ajeno. Esto simplemente se escribe como testimonio de una ida a un festival musical a campo abierto de esos donde todavía se valoran los lincolns y los jacksons porque lo que no cuesta cinco, cuesta casi veinte y el vuelto siempre es metálico. En este caso ejercí de cajera de principio a fin, y logre superar el reto de salir con un fajo de billetes y regresar contando monedas a punta de "invitar" bebidas de ocho dólares y arepas de choclo de cinco. Si, lo leyeron bien: Arepa de choclo, obviamente de bolsa, de las que distribuye cierta empresa que ya no cuenta con mis servicios laborales y la tajada de queso imitación mozzarella de marca blanca, pero cobrada a precio de escasa botella de agua en el desierto, o en un festival hipster que me hubiera dado igual si se presentaban los ganadores del Grammy de esta temporada o la banda municipal de Sabanalarga porque ya está comprobado que mi atraso cultural no baja de dos o tres años para cuestiones musicales. Ya les digo yo que no es fácil ser paganini, se requiere un bolsillo bien profundo y una memoria bien difusa para no terminar infartado tras las labores de un día. Ahora si es cuestión de más de veinticuatro horas de gasto, lo que se necesita es alma de cajero automático y una sobredosis de glucosamina para facilitar el movimiento de la articulación del codo, que es la que más sufre en estas instancias. Y antes de que me pregunten por los benjamines, ya les voy diciendo que esos no pasan siquiera por mis manos, asi que no insistan, pero para todo lo demás, frescos que aquí esta la paganini.