El peluche de Barranquilla

Esthercita Forero falleció en mi ciudad la semana pasada, siendo ella la novia de Barranquilla, y siendo Barranquilla un típico novio Barranquillero, es apenas lógico que las candidatas empiecen la competencia por reemplazarla aunque el doliente viudo ya le tenga reemplazo. Será de titulo, porque el recuerdo y el legado que dejó con su música es irrepetible, es de esas cosas que mueren con la persona y los que quedamos solo podemos tratar de homenajear.

¿Entonces quien queda para heredar tan casto honor? Porque ser la novia de Barranquilla implica un limbo sentimental indefinido que ni con el paso a la tercera edad se logra superar y avanzar a esposa o por lo menos a concubina, pero nada, en Barranquilla como todo se lo roban, no alcanza para un matrimonio en la Inmaculada con fiesta en el Country, tampoco para una sacada a vivir en una pieza en el centro y menos para un apartamentico en Villa Santos. Asi que quien pretenda ser la próxima novia de Barranquilla, tiene que estar preparada para nunca pasar de ese estado.

Hasta ahora no he hecho ningún merito para presentar mi candidatura, la verdad es que armar un libro a punta de dos años de bobadas lo hace cualquiera que este igual de desocupado que yo, predicar de corroncha en el exilio es mas fácil que asumirlo en directo y tener tatuajes que me recuerden a mi ciudad sin identificarla explícitamente puede pasar por simple excusa para llenarse de tinta y callar las criticas que dicen que es falta de oficio.

Habrá quien diga que alguna cantante famosa es la legítima sucesora, pero para eso tendría que vivir al menos una temporada en la ciudad y hacer algo por ella, asi sea artísticamente, como para continuar la tradición de la única novia que ha conocido oficialmente mi pueblo, asi que eso nos saca a varias del ramillete. Entonces como yo ya aprendí que para evitarse decepciones es mejor bajarle a las expectativas, no me postulo para novia, si no para arrocito en bajo, peluche impresentable, amante furtiva o simple traga silenciosa. No tengo ni esperanzas de aspirar a una curul, pero si algún día, por alguna circunstancia extraña del destino, Barranquilla llegara a reconocerme asi sea como desliz etílico de una noche de guacherna, me doy por bien servida.