domingo, 14 de abril de 2013

Los mayas tenían razón


-Este es “ese” post que tanto jodieron para que pusiera y no les va a gustar.

El 21 de Diciembre de 2012 llegó y pasó con más pena que gloria.
La pena fue que mi empresa adelantó el cierre del mes del 21 al 20 en prevención de que el inminente apocalipsis no nos cogiera sin haber presentado estados financieros pero los mayas no llegaron nunca. Al final solo eran tres guatemaltecos que vinieron a instalar una alfombra y no a lo del llanto y el crujir de dientes.
 La gloria fue que yo me abstuve de publicar un blog extremadamente pobre de contenido en esa fecha y tuve una revelación digna de un ritual en Chichen Itzá con serpiente, peyote y sacrificio humano a bordo: Era el momento de cerrar el block a futuras entradas.
A riesgo de cometer una vicentada o una schumacheriada diciendo que me voy solo para regresar a la temporada siguiente, solo puedo decir que no fue una decisión fácil ni divertida, pero llega un momento en el que la joven protagonista de culebrones hace su transición a villana jamona y eventualmente a abnegada madre. Y a mí me llegó el momento de cerrar el ciclo del ejercicio de escritura durante los últimos cuatro años. Creo que el block ya cumplió su función de ser mi bicicleta infantil con rueditas auxiliares para esto de escribir. Tal cual como uno espera con ansias pasar de los patines plásticos que no ruedan nada a los profesionales de alta velocidad, así mismo me considero graduada de este proceso, más que satisfecha con los resultados y determinada a seguir adelante con otros proyectos.
No sufran. El block se queda aquí donde está para el recuerdo y la posteridad. Alguna vez el papá de un amigo, al preguntarme si quería tener hijos y recibir mi respuesta estándar de “no” me miró con infinita lástima y me dijo que era importante dejar un legado en la vida en forma de hijos. Pues señor, yo mi legado lo dejo en forma de escritos, más fáciles de digerir, más baratos que los hijos y con la misma cantidad de popó involucrada. El block seguirá habitando este espacio, ya no como la herramienta constante de mi arte, si no como ese bonito vestido de niña en el que ya no entro, o como el uniforme del colegio del que me despedí un primero de Diciembre después del grado. Me voy, pero no para dejar de escribir, al contrario, me voy es a zamparme de cabeza en las cambambas literarias de parir muchos más libros, escribir otras crónicas y ejercitar otros estilos.
No siendo más, me retiro mocosamente agradecida con todos aquellos que han apoyado esta noble y quijotesca causa y me han animado a ambiciones artísticas que espero poder cumplir a cabalidad.
Durante semanas enteras cavilé acerca de cuáles serian las palabras finales perfectas para esta despedida. Obviamente tenía  que ser algo inolvidable, como la mandada a la mierda de Rhett Butler, el final de The Truman Show o las totales gracias de Cerati del concierto. También podría tirármelas de interesante y dejar alguna duda fundamental sembrada en los lectores. Pero no, siendo fiel a la tradición de mediocridad de este blog, simplemente me despediré con las  sabias palabras de mi generación que han trascendido barreras más allá de lo meramente manteco: Suerte es que les digo, agonías.
-Para los que quieran seguir leyendo, aquí está el link para que hagan como el Chapulín Colorado Feat. Pitbull y “Síganme los que ya tu sabe”

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